TREN MAYA ... UN ECOCIDIO Y ETNOCIDIO
TREN MAYA ...
UN ECOCIDIO Y ETNOCIDIO
El Tren Maya es una de las obras más ambiciosas del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, que pretende conectar cinco estados del sureste mexicano mediante un tren turístico, de carga y de pasajeros. Sin embargo, este proyecto ha sido duramente criticado por organizaciones ambientalistas y defensoras de los derechos humanos, que lo consideran un ecocidio y un etnocidio.
El Tren Maya: un proyecto que atenta contra la naturaleza y la cultura
¿Qué es un ecocidio?
Un ecocidio es la destrucción masiva y sistemática de los ecosistemas, que pone en riesgo la supervivencia de las especies y la salud del planeta. Según el Tribunal Internacional de los Derechos de la Naturaleza, el Tren Maya viola los derechos de la tierra a ser respetada, a regenerar su biocapacidad y a continuar sus ciclos vitales sin alteraciones humanas.
Entre los impactos ambientales del Tren Maya se encuentran:
- La deforestación de miles de hectáreas de selva, donde se han talado casi 10 millones de árboles.
- La contaminación de los acuíferos, que alimentan los cenotes, los ríos subterráneos y los humedales, que son reservas de agua dulce y de biodiversidad.
- La fragmentación del hábitat y la amenaza a la supervivencia de especies endémicas y en peligro de extinción, como el jaguar, el mono araña, el tapir, el ocelote y el quetzal.
- La generación de residuos sólidos, líquidos y gaseosos, que afectan la calidad del aire, del suelo y del agua.
¿Qué es un etnocidio?
Un etnocidio es la aniquilación de la identidad cultural de un pueblo, que implica la pérdida de su lengua, sus costumbres, sus creencias, sus conocimientos y sus formas de organización. Según el Tribunal Internacional de los Derechos de la Naturaleza, el Tren Maya vulnera los derechos bioculturales del pueblo maya, que ha sido y sigue siendo el guardián de su territorio y de su patrimonio.
Entre las violaciones a los derechos humanos del Tren Maya se encuentran:
- La falta de consulta previa, libre, informada y de buena fe a las comunidades indígenas afectadas por el proyecto, que es un derecho reconocido por la Constitución y por los tratados internacionales.
- La expropiación y el despojo de las tierras ejidales y comunales, que son la base de la economía y la soberanía alimentaria de los pueblos originarios.
- La imposición de un modelo de desarrollo turístico que no respeta la cosmovisión, la espiritualidad y la autodeterminación de los mayas, y que los convierte en objetos de consumo y explotación.
- La militarización de la región, que implica el uso de la fuerza pública para reprimir la resistencia social y para garantizar la seguridad de la obra, que ha sido declarada como un proyecto de seguridad nacional e interés público.
¿Qué podemos hacer?
Frente a este panorama, es urgente que la sociedad civil se informe, se movilice y se solidarice con la lucha de los pueblos mayas, que han interpuesto amparos, denuncias y recursos legales para defender su territorio y su cultura. También es necesario que se exija al gobierno que detenga el Tren Maya y que realice una auditoría independiente y participativa para evaluar los impactos ambientales y sociales del proyecto.
El Tren Maya no es un sueño, es una pesadilla. No es un beneficio, es un daño. No es un progreso, es un retroceso. No es una solución, es un problema. No es una oportunidad, es una amenaza. No es un derecho, es un ecocidio y un etnocidio
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